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Cultura urbana en Asilah

Es el lema de uno de los graffitis que decoran las paredes de la Medina de Asilah.

Llegamos a esta pequeña población tras coger la autopista Fez – Rabat – Tánger. El paisaje que nos acompaña es bien diferente del que habíamos conocido anteriormente, incluyendo la cantidad de policías con cámaras que se esconden tras los arbustos de la mediana de la autopista y que suponemos son controles de radar. El color verde y las grandes llanuras nos indican que llegamos a zona costera. El peaje total son 62 MAD. Además comemos en un área de servicio de la autopista para irnos a la playa en cuanto lleguemos. Un par de bocadillos, una tarta de plátano y chocolate y agua: 74 MAD.Asilah es un tranquilo pueblo pesquero de la costa Atlántica norte de Marruecos. Por el verano se convierte en uno de los centros turísticos más visitados por lo propios marroquíes que cuentan aquí con su casa de vacaciones.

En otros tiempos fue base para el comercio de los fenicios, conquistada por los portugueses, tomada por los marroquíes, formó parte del Marruecos español y también fue asentamiento de los piratas durante los siglos XIX y XX.

Llegamos a la localidad y lo primero, como siempre, es ubicar el hotel: el Dar al Andalous, con el que había contactado a través de Facebook. Si comparamos los precios de lo alojamientos en otras partes de Marruecos, en Asilah son más caros, pero es lo que tiene la costa y el verano. Por 300 MAD nos quedamos en este agradable hotel que con su fuente en el medio de la recepción y sus colores blanco y azul parece de cuento. Se encuentra muy cerca de la plaza Mohammed V, el centro de la villa, o lo que denominan ciudad nueva, construida bajo el protectorado español.

Nos vamos a la playa del pueblo que se encuentra muy cerca de la Medina. Todo el mundo juega a fútbol. A lo largo de la orilla montones de chicos se agrupan en torno al balón aprovechando que hay descanso del Mundial. Apenas hay chicas.

Asilah es conocido mundialmente el Festival Cultural Internacional de Asilah. Se celebra durante tres semanas en julio y cuenta con la presencia de músicos y artistas de todo el mundo. Además, durante los últimos días del mismo también hay un festival de hípica.

El pueblo cuenta con numerosos artistas entre sus habitantes, con varias galerías de arte, estudios y salas de exposiciones, solo hay que recorrer su Medina para darse cuenta de que recalamos en el centro de la cultura urbana marroquí. Con paredes decoradas por varios artistas locales y otros colaboradores, el paseo no tiene desperdicio. Es como una galería de arte al aire libre. Si seguimos la muralla que rodea la Medina paralela al mar, llegamos a un bonito mirador desde el que podemos admirar la belleza del Atlántico.

Caminando por las callejuelas solo se oye hablar español. Mohammed, un chico al que conocemos mientras vamos paseando nos cuenta que muchos españoles compran allí una casa por su bajo precio y por el verano se van allí o la alquilan a otros españoles que van de vacaciones. Él estuvo en España y ha vuelto a Asilah porque no encontraba trabajo, es pescador. Y ahí va una tradición o curiosidad que yo no sabía: no está mal visto en Marruecos eructar tras las comidas, o eructar sin más, así que no te asustes si la gente lo hace delante de ti o lo oyes por la calle porque es una costumbre local.

Al salir de la medina por el lado de la costa damos con la parte más comercial de la ciudad. Allí encontramos desde dulces hasta zapatos.

Como es el primer sitio de costa que visitamos en Marruecos decidimos probar los manjares culinarios de la marina marroquí y cenamos pescado. Muy cerca del hotel, en la terraza de un restaurante degustamos una ensalada y una bandeja de pescados fritos que incluye calamares, lenguado, gambas, merluza y sargo (chopa) por 145 MAD. Los gatos callejeros nos rodean.

Es sábado, y tras el desayuno mañanero en uno de los locales que rodean la medina – zumo, café y tostada 20 MAD –, charlamos un poco con Mohammed porque ha vuelto a invadir una de las sillas de nuestra mesa. Allí se queda echando un cigarro y contándonos los usos y costumbres de la pesca en Marruecos. Acaba de terminar la temporada de pez espada – 60 MAD en la mayoría de los restaurantes – y ahora se toma un par de días de descanso. Mañana comienza el Ramadán y quiere prepararse, pero esa historia se merece un post aparte que al término del viaje os contaré.

Tras despedirnos nos vamos a la playa. Esta vez a la conocida por los locales como Playa de las Cuevas y por varias guías como la Playa Paraíso. Según ellos es la perla de la villa y lo mejor que tienen, pero no se encuentra dentro de la misma, sino que es necesario coger un coche de caballos cuyo paseo de media hora cuesta unos 50 MAD o coger el coche normal, y esa fue nuestra opción.

Para llegar a la misma hay que salir a la carretera nacional en dirección a Rabat. Tras unos tres kilómetros al lado izquierdo de la carretera encontramos una fábrica de aluminios y justo enfrente, al lado derecho, se haya un camino asfaltado por el que nos metemos. Ojo que aún no aparece ninguna indicación de la playa, aunque sea su principal atractivo turístico. Tras un 1,5 km. el camino se convierte en pista de arena que nos lleva directos a la playa. En el trayecto hay dos parking. Lo dejamos en el primero pensando que el camino se pondría peor a medida que vamos a bajando, pero tras hacer el resto a pie, comprobamos que se puede bajar perfectamente hasta el segundo parking en coche. A ver, que el primero está a siete minutos caminando diría yo… tampoco es para tanto. Llegamos a la playa, un arenal de más de dos km. de largo repleto de chiringuitos. Ahora, ojo a las corriente del océano.

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